La concepción y el establecimiento de las ideas empresariales se nutren en la mayoría de los casos de diversas maneras, pero principalmente de los aportes de quienes llevan a cabo las funciones y tareas dentro de las organizaciones. Sin embargo, el problema central para la empresa radica en cómo estos aportes se tornan significativos en su contribución a la rentabilidad y la acumulación de capital.
En tanto la empresa es un ente organizacional, que integra y colectiviza los aportes de la fuerza de trabajo al proceso de producir bienes y servicios, el trabajo por su parte contribuye desde una perspectiva individual, que nace de la necesidad de sobrevivencia, de reproducción y de satisfacción primaria.
Desde la empresa, además de alcanzar los objetivos trazados, se plantea hacer de las contribuciones de la fuerza de trabajo un asunto que implique la satisfacción y la convivencia de quienes comparten el espacio productivo o las operaciones bajo ese logotipo o entidad empresarial. Se deduce entonces que la empresa tiene objetivos que conllevan el diseño de una estructura en donde la fuerza de trabajo juega un papel central, ya que con ella se movilizan los recursos económicos que permiten el alcance de los objetivos.
Gracias a la producción masiva Fordista, nace una tendencia que uniformó a los trabajadores descalificando el conocimiento integral de los artesanos, se pasa ahora a las nuevas formas de organización laboral. De la constitución y fortalecimiento de las organizaciones sindicales se derivan los procesos de interlocución entre empresas y trabajadores, que constituyen la plataforma de las relaciones de trabajo. Son los empresarios y líderes sindicales quienes forman parte de la sociedad, por supuesto que en ella se desenvuelven, son ciudadanos, pero el déficit más notorio en nuestras sociedades es justamente el de ciudadanía.
Sin embargo, cuando las empresas y los empresarios hacen política abierta, en la calle, no desde las cúpulas del poder, como ha sido lo tradicional, se corren notables riesgos. Los sindicatos están más acostumbrados a ir a la calle y confrontar con otros sectores sociales, particularmente con gobiernos y poderes públicos en general; la movilización es una de sus armas históricas que origina en varias oportunidades escasos signos de exclusión. El éxito de la convivencia social está en dar respuestas a los excluidos. Los excluidos originalmente estaban en la periferia y en el campo, ahora se localizan en los sitios más visibles y en todas partes.
Actualmente las organizaciones de los trabajadores han debido acomodarse a los procesos de organización empresarial, sometidas a constantes transformaciones. Esto ha hecho que algunas empresas más competitivas, pasando por fusiones, reducciones, externalizaciones, y otras formas empresariales que en el fondo han expulsado fuerza de trabajo o restringido otrora conquistas históricas. He aquí el llamado a la reflexión, en donde nosotros como administradores debemos estar capacitados para solventar este tipo de situaciones y en la medida de lo posible, trasladar a la organización hacia el camino del éxito tanto colectivo como individual.